Incluso sin verle la cara, sé que la mujer parada al borde del agua está desesperadamente triste. Está de espaldas a mí y tiene los hombros caídos, tal vez cargados de arrepentimiento. Me mata saber que tengo parte de culpa y, sólo por esa razón, es imposible mirarla. Apoyándome en el áspero tronco del árbol, cierro los ojos. Mi vida siempre comenzará y terminará con ella, y no puedo presenciar cómo se le rompe el corazón.
Quedarme quieto ya no es una opción, así que empiezo a caminar. ¿Aún lo espera o ya se ha ido? El miedo se acumula en mis venas ante la incertidumbre. Por encima de todo, quiero que ella sea feliz. Si esto es demasiado difícil, tendré que marcharme otra vez. Dejo escapar un largo suspiro, frustrado por toda la situación.
Emerson Hart es el amor de mi vida. Desafortunadamente, no soy el único amor de su vida. Y ahí radica el problema.
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