Mi deuda se pagó con mi virginidad, comprada por un rey de la Bratva. ¿
El verdadero precio? Es mi jefe... y el padre de mi hijo.
Las enormes pérdidas de mi padre en el juego no me dejaron más remedio
que subastar lo único que me quedaba.
Bajo las luces cegadoras, su mirada fría y dominante se clavó en la mía.
Fue el mejor postor: Kirill Zaitsev. El rey de la Bratva de Nueva York.
Dejó dinero, su número... y una noche que no podía borrar de mi memoria.
Una noche en la que me apretó los muslos y me hizo suya,
hasta que temblaba y jadeaba su nombre.
Luego desaparecí sin darme cuenta, hasta que dos líneas rosas me paralizaron.
Cinco años después, por fin había rehecho mi vida.
Hasta mi primer día de trabajo, cuando esa voz profunda y familiar susurró:
«Cuánto tiempo sin verte. Por fin te encontré».
Mi jefe. El padre de mi hijo.
Un demonio envuelto en traje y posesividad patológica,
que jura que jamás volveré a escapar de su cama.
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