Esta Navidad será cuando nuestro matrimonio vuelva a encaminarse.
Después de todo, tenemos varios días de convivencia familiar con el resto del mundo excluido. ¿Verdad?
Falso.
Cuando mi esposa regresa a casa con su colega de trabajo en Nochebuena, nada de lo que hago o digo cambiará su decisión de haberlo invitado a pasar la Navidad con nosotros.
«No debería estar solo», insiste, «es la primera Navidad que se ve obligado a pasar sin su esposa e hijo». Me lanza una mirada que confirma que el tema no está abierto a discusión. Entonces él entra en la habitación, haciendo imposible que continúe la discusión.
En poco tiempo, me siento como un marginado en mi propia casa.
No se puede negar lo bien que encaja. A mis hijos les encanta e incluso mi madre, normalmente tan difícil de conquistar, no entiende cuál es mi problema. Pero yo lo veo tal como es.
Y voy a demostrarlo.
Le expreso mis preocupaciones a mi esposa, pero aun así, ella no escucha. Y cuando amanece el día de Navidad, algo tiene que ceder. O él se irá o me iré yo.
De una forma u otra.
No comments:
Post a Comment